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martes

Morir por amor a la camiseta

Como los dinosaurios, las peleas entre indios y vaqueros o el cine mudo, alguna vez el amor por la camiseta existió. Fue intenso, auténtico, profundo. ¿Saviola pasando del Barcelona al Real Madrid? ¿Ruggeri y Gareca de Boca a River? Imposible de pensar en aquellos tiempos en el que el fútbol era más deporte que negocio. Ya lo sentenció Juan Pablo Carrizo, el portero que se mudó de River a la Lazio: "No se juega más por amor a la camiseta".

En estos días en que los jugadores se entrenan en un club pero no estampan su firma hasta el último momento por si aparece otra institución que les pague más, subieron a escena dos cuestiones opuestas.

Hilario Navarro, el portero de Racing, apareció de la nada firmando contrato con Independiente, su oponente más acérrimo en Avellaneda. ¿Traición? ¿Tiempos modernos? Como quiera llamársele, es una situación impensable para Jacobo Urso, un centrocampista de San Lorenzo que en 1922 murió literalmente por amor a la camiseta.

Urso, hijo de inmigrantes italianos nacido en Boedo, conoció al Padre Massa, el fundador de San Lorenzo de Almagro y empezó a jugar en la sexta división. En esas épocas en que no existía el profesionalismo en el fútbol argentino (surgió en 1931), Jacobo Urso era un típico centrocampista amateur. Y amateur refiere, en este caso, al que ama jugar y que sólo juega por amor. Como Urso.

Llegó a la Primera en 1916, jugando en una posición que se denominaba half izquierdo. A fines de 1922, su equipo jugaba contra Estudiantes de Buenos Aires y Jacobo estaba como half central por lesión de un compañero. Entregaba lo de siempre: garra, compromiso, velocidad.

Urso dejaba la vida en cada balón y, lamentablemente, nunca mejor utilizada esa frase. El héroe de esta historia tenía por entonces 23 años, amaba como nadie a esa camiseta azulgrana y fue a disputar una pelota con Comolli y Van Kammenade.

El impacto fue bestial y se oyó desde el Obelisco. Dos jugadores quedaron tendidos en el piso, Urso demoró en levantarse y, al hacerlo, escupió sangre. Le costaba respirar. No era para menos: tenía fracturada una costilla, que se le incrustó en el riñón.

Vale recordar que por entonces no existían los suplentes. Cuando el entrenador le ofreció abandonar la cancha y dejar al equipo con diez, Urso lo tomó como una ofensa. Se puso un pañuelo entre los dientes y siguió jugando el último de sus 107 partidos en San Lorenzo de manera tan heroica como suicida.

A los 30 del segundo tiempo, su físico no daba más y el pañuelo estaba bañado en sangre. Jacobo, con el último esfuerzo, llegó hasta el fondo de la cancha y mandó un centro con la zurda. Su hermano Antonio, delantero, cabeceó al gol. Jacobo Urso ni pudo festejarlo: quedó desplomado en el suelo.

Ganó San Lorenzo 1 a 0 y al centrocampista lo trasladaron de urgencia al hospital Ramos Mejía. Lo operaron dos veces. A las 18.30 del 6 de agosto de 1922, Jacobo Urso murió.

Pasó hace 86 años y Urso tuvo todos los honores: compañeros y rivales llevaron su féretro bajo la lluvia por el estadio Gasómetro. Asistieron 7.000 personas, entre ellos, futbolistas entonces checoslovacos que estaban de gira por Argentina y no podían creer semejante muestra de cariño hacia una camiseta. El museo del club se llama 'Jacobo Urso'. Un nombre con una actitud más propia de un museo que de una realidad del siglo XXI.


Fuente: El Mundo Deportivo
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Recojo este artículo porque me gustaría haceros saber que el amor a la camiseta o al club, como se quiera designar, también está desapareciendo en los jugadores sordos de cualquier deporte.

En este caso hablo de la situación del fútbol sala en Andalucía, que es la que conozco y vivo en ella. Hoy en día existen jugadores que se cambian de camiseta sólo porque no le gusta la situación en la que viven; otros por probar; otros por cualquier motivo... todos esos motivos no son excusa para abandonar una camiseta.

Al igual que uno se dice que es del Real Madrid o del Barcelona, o ya puestos, de cualquier club de fútbol, y que nunca dejará de serlo, ¿porqué no lo hacen igual con sus respectivos clubes?. A sabiendas que no cobrarán ni un céntimo por jugar, ¿por qué cambiar de camiseta?.

Os pediría a todos que tuvieseis amor propio, lucha por tu tierra, por tus familiares, por tus amigos... al igual que yo, nunca abandonaré a mi camiseta, por muchas tentaciones que me hayan ofrecido para cambiar. Merece la pena luchar por tu camiseta, por tu fe en ella, por conservar el respeto y la tradición. Es un orgullo poder demostrar que estás ahí, con tu camiseta de toda la vida, en el campo por toda Andalucía y España.